lunes, 23 de junio de 2008

Un negrito en Buenos Aires


Alguna vez leí por ahí, en mi adolescencia, un experimento sociológico que se hizo en Europa allá por los años 30. Se llevó a un negro de una tribu muy primitiva del África a vivir un tiempo en Europa, la idea fue hacer a un hombre viajar en el tiempo hacia el futuro, para ver que cosas lo asombraban y ver como reaccionaba ante la tecnología y la modernidad existente en el “primer mundo” de la época. Cuando lo devolvieron a su tribu, escucharon los relatos del negrito.

Lo primero que les contó a los suyos fue que había vivido entre gentes que se bañaban vestidas en el mar y metía los perros adentro de las casas. Eso le había asombrado mucho más que los aviones, la luz eléctrica o las grandes construcciones.

Evidentemente a los hombres, (o por lo menos aquel negrito y quien esto escribe), nos sorprenden mas las diferencias culturales que los adelantos tecnológicos.

Sobre esto reflexionaba hace una semana en Buenos Aires. Estuve varios días allá; aproveché una reunión de laburo el lunes, renovar mi pasaporte y esperar el DIC II el viernes, esos días camine por Buenos aires y me sorprendió el recuerdo del negrito. Esa semana el negrito fui yo.

He aquí mis conclusiones:

En Buenos Aires la gente no quiere hablar con nadie, todos o casi todos van por la calle, los subtes y los micros con auriculares en sus orejas.

Los porteños le indican a los taxistas por que calle debe ir, no hacen como nosotros que decimos “A San Martín y Garibaldi”, ellos mientras el taxista maneja le van indicando por que calle quieren que los lleven.

Los porteños no desayunan en sus casas.

Los porteños no almuerzan en sus casas.

Los porteños rara vez cenan en sus casas.

En Buenos aires han logrado que se respeten los semáforos peatonales. Directamente pisan al que cruza a pié por donde o cuando no debe.

En Buenos aires le sacan el artículo a la gente, nadie dice “El José…”, dicen “José…”, así feo sin el artículo que le corresponde.

Los porteños no conocen a sus vecinos.

En Buenos aires se puede comer muy bien y muy barato, muy bien y muy caro, muy mal y muy barato y muy mal y muy caro.

En Buenos Aires hay muchos, pero muchos taxis.

En Buenos aires hay muchas pero muchas radios y casi todas muy buenas. La 92.7 pasa tangos viejos todo el día.

En Buenos aires, hay gente que le paga a otra para que pasee su perro, sin jugar ni nada, solo tironeándole de la correa en una reunión promiscua de chocos. Los chocos no parecen disfrutar eso. No se para que tienen chocos.

En Buenos aires hay mucha mierda de perro por las veredas.

En Buenos Aires no hay canastos para la basura en las veredas, dejan las bolsas en los cordones.

En Buenos aires no tienen tortitas, ni pinchadas, ni raspadas ni de hoja, pero tienen medias lunas de grasa y de manteca, las primeras son un buen sucedáneo de nuestras tortitas.

Los porteños tratan mal a sus mujeres, no hacen diferencia si hablan con un hombre o con una mujer, ni se privan de decir groserías si hay una mujer presente. A las porteñas les gusta como las tratamos nosotros.

Los porteños tienen una ciudad muy bonita y no la cuidan, la ensucian y se quejan si la municipalidad no la limpia.

Para un porteño están incapacitados de hecho para entender la Argentina. No es soberbia es solo incapacidad. A esa incapacidad le suman una vocación por entenderla que genera ideas muy raras.

Las plazas de Buenos aires no tienen flores y casi no les queda pasto.

Los porteños tienen muchas llaves para sus puertas, muchas es tres, cuatro o cinco llaves para una puerta de un departamento, mas la una o dos para la puerta del edificio, mas una o dos para la puerta de la cochera.

Muchos porteños no tienen auto ni moto ni bicicleta.

Los porteños manejan muy bien y rara vez tocan la bocina.

Los chicos que andan en motitos en Buenos Aires quieren morir jóvenes.

Las porteñas no se producen, en general no cuidan su pelo, apenas se pintan y se visten mas pensando en el clima que en los hombres.

Los porteños no le ceden el paso a sus mujeres, ni el asiento en el micro.

Aunque estén en compañía masculina, las porteñas meten la mano a la cartera cuando llega la cuenta en un bar o una sanguchería, los porteños ni amagan a no dejarlas pagar. Ellas garpan como un compadre mas.

No es difícil encontrarse con conocidos en Buenos aires, me encontré con Torito en Av. Santa Fé, con el Gaita Hervida en una boca de subte y con un ex compañero de laburo en la plaza de los dos congresos. Anaik se encontró con una prima también en Av. Santa Fé.

Existe un Sr. D'Eía que solo puede existir en Buenos aires.

En Buenos Aires todavía hay gentes que anda haciendo la revolución. Vi un grupo armando un jardín de Infantes para niños pobres en el medio de la Av. de Mayo y ellos creían estar haciendo la revolución.

En Buenos aires hay mucha mas gente que defiende a Cristina con convicción que en cualquier otro lugar del país.

En Buenos aires la gente lee mas que en otros lados, buscan lugares raros para leer, en un viaje en tren, en una cola de un banco, en los bancos de la plaza.

En Buenos Aires hay mucha gente tomando café sola. Se pasan un rato y no llega ningún amigo a compartir la mesa.

En Buenos aires no dicen culiado, dicen forro.

Aclaración necesaria: Al primero que me diga “no generalices“ lo mando a la concha de su madre.

lunes, 16 de junio de 2008

Para Nestor y Cristina

Yo era el rey
De este lugar
Vivía en la cima
De la colina

Desde el palacio
Se veía el mar
Y en el jardín
La corte reía

Teníamos sol
Vino a granel
Y así pasábamos
Los días
Tomando el té
Ríendonos al fin
¿Por qué murió
la gente mía?
Yo era el rey
De este lugar
Aunque muy bien
No lo conocía
Y habían dicho
Que atrás del mar
El pueblo entero
Pedía comida

No los oí
Que vil razón
Les molestaba su
Barriga

Yo era su rey
Así lo dijo Dios
Yo era el amor
La luz divina

Yo era el rey
De este lugar
Hasta que un día
Llegaron ellos

Gente brutal
Sin corazón
Que destruyó
El mundo nuestro

Revolución
Revolución
Cantaban las furiosas
Bestias
La corte al fin
Fue muerta sin piedad
Y mi mansión
Hoy es cenizas

¡Libertad!
¡Libertad!
Yo era el rey
De este lugar
Tenía cien capas
De seda fina
Y estoy desnudo
Si quieren verme
Bailando a través
De las colinas

Tribulaciones, lamento y ocaso de un tonto rey imaginario, o no (Charly García)