domingo, 20 de julio de 2008

Julio Cobos

Muchas charlas en Bs. As. y muchos llamados por teléfono tenían como objetivo, de parte de mis interlocutores, saber quien es Julio Cobos.
Hoy me levanté dispuesto a escribirles a todos quienes me lo preguntaban y a quienes de pedo pasan a veces por acá. Grande fué mi sorpresa cuando veo que el Jaime había escrito lo que yo pensaba decir, en su diario.
Imposible sería para mi hacerlo mejor, así que quienes quieran saber quien es el Julio, les ruego lean lo que sigue que es una perfecta descripción del hombre, mejor escrita que lo que yo pudiera hacerlo.

Retrato de un político amateur
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner instaló hace algún tiempo el célebre tema del “relato” de la realidad, que según el gusto presidencial está altamente condicionado por los medios. Más allá de si esto es cierto o no, resulta interesante constatar cómo ven los medios, sobre todo los nacionales, a Julio Cobos. Cómo son los “relatos” que urden acerca de él. Casi nada de lo leído o escuchado en estos días sobre el vice se acerca mucho a su realidad. La razón es simple: los periodistas y analistas foráneos, que no lo conocen, no pueden creer que Julio Cobos es como es. O peor, imaginan cómo es desde los moldes con que cuentan para ello.A partir de esa premisa se elaboran teorías con informaciones a medias y usando viejos odres para poner un vino nuevo. El resultado es un “relato” que calma a los porteños para llenar páginas y más páginas y minutos radiales y televisivos pero que poco tiene que ver con un personaje sin mayores aristas, más bien chato y común, como la mayoría de los mortales. Y ése es su gran enigma hoy, luego de haber irrumpido en el mundo de la excepcionalidad, de la monstruosidad, de la deformidad política, con la naturalidad y la simplicidad de alguien corriente.Julio Cobos no fue un excelente gobernador, fue más bien mediano. Mendoza no recordará su gestión, que por otro lado ya casi ha olvidado, por la sencilla razón de que no tuvo enormes logros y sí algunas deficiencias. Cobos es mejor recordado que su gobernación. Pero tampoco es para dramatizar, pues no fue un desastre ni nada que se le parezca. Fue uno más de los razonables gobernadores mendocinos, uno de esos que él se encargó de contar en la tensa noche del Senado que no pueden ser reelegidos, como una virtud institucional que distingue a Mendoza y que le enseñó a él las virtudes de la negociación y el consenso.Como político tampoco ha demostrado Cobos grandes dotes. Sí una gran intuición para avanzar o esperar en el momento justo, virtud que le ha servido para escalar solo pero no para realizar una construcción política más o menos perdurable que lo trascienda.No hay que equivocarse. Su acción del jueves a la madrugada debe ser analizada casi fuera de la política. Debe ser vista como un fogonazo, pero no como una guerra. Un fogonazo que puede condicionar la batalla, pero sólo eso.En términos que le serán caros a Cobos, lo suyo del Senado fue una marca excepcional en los 100 metros y la política es una maratón interminable, que nunca acaba de construirse, donde lo que impera es la regularidad.Quienes lo hemos tratado sabemos que es lo que se ve. Es el hombre que cuando se enteró de que debía desempatar en el Senado dijo: “¡Uy, uy, uy!”. Es una persona simple y cercana a ese ciudadano argentino representado por la clase media media, pero que puesto en una situación excepcional reaccionó como tal y no como lo hubiera hecho un político profesional. Su excepcionalidad estuvo en contar con el coraje necesario para echarse al hombro la situación y actuar sin perder su frescura innata. El ADN político de Cobos es amateur, pero esta vez llegó lejos con su acción y la historia, esa que él sabe que lo va a juzgar, lo puso en una situación única e irrepetible. Y reaccionó con la humanidad de seguir sus convicciones, algo que el político profesional no hubiera hecho nunca, pues su ADN le indica que tiene que responder a códigos que están prefijados y que no se pueden cambiar. La reacción de los políticos frente a la decisión de Cobos muestra que no le creen, que todavía están buscando la pata escondida de la sota, porque ellos nunca harían algo simplemente por hacer lo correcto, sino que su corrección está signada por lo que su instinto de conservación les dice que dará más rédito. Si se equivocan o aciertan es otra cosa, pero la reacción instintiva está determinada por lo que se obtendrá.Si Julio Cobos hubiera medido en esos términos su voto, habría optado por el sí. Liberado de ese cepo genético por no ser un profesional de la política, con todos los pros y contras que esto significa a la hora de actuar en la vida pública, pudo optar por una u otra opción. Dejó salir con libertad su sentimiento y su razón combinados. Y eligió el no con todas sus severas implicancias. Por supuesto que la historia lo va a juzgar, aunque el presente es mayoritariamente favorable a su decisión. Y no sólo porque se concuerde con ella y se esté contra la dirección del Gobierno, sino porque gustó ver a un hombre común frente a una decisión excepcional y, sobre todo, constatar que ese ser no se convertía en alguien extraño a sí mismo para actuar, sino que lo hacía aterrado, dudoso y consciente de su responsabilidad. Se ha valorado la decisión porque una mayoría la comparte, pero la conmoción más intensa ha sido por el modo de tomarla del protagonista. Ha gustado aún más la actitud del ejecutante que la ejecución y su resultado.Julio Cobos tiene hoy un enorme capital político por la credibilidad que ha generado en gran parte de la sociedad. Está solo, porque cuando tomó su decisión crucial apenas había quedado a su lado un puñado de sus compañeros de ruta. Eso parece una debilidad, pero es su mayor fortaleza, porque no lo pueden despojar de casi nada. Las guarangadas de echar a los suyos de los pocos cargos que ocupan serían apenas una muestra más de pequeñez e incomprensión de la realidad del Gobierno nacional.El vicepresidente fue quien llevó la brújula hacia la salida de la crisis artificial creada por el Gobierno hace casi 130 días. Le hizo un gran servicio a la Nación indicando el camino del Congreso. En un país nuevo, el de la discusión parlamentaria, fue el encargado de dirimir una situación digna de una novela de misterio. Y lo hizo sin medir las consecuencias políticas personales. Apostó todo y ganó, aunque todavía el Gobierno nacional no se haya dado cuenta y siga reaccionando aislado de la realidad.Pero su triunfo, a no equivocarse, más que un triunfo político o personal es la victoria de las debilitadas instituciones. Su triunfo no gobierna, es una suerte de tardío eco del “que se vayan todos”, que marca un rumbo moral y social pero que no sirve para gobernar. Sabiendo interpretar lo sucedido se puede reencauzar el país en un sendero de cordura, perdido hasta que llegó un hombre sensato, sin mayores atributos, pero que supo decir no.Julio Cobos es un símbolo que puede fortalecer el sistema institucional y colaborar en la reconstrucción de la maltrecha política argentina. Puesto a político profesional puede no ser tan bueno, porque ya mostró que lo suyo es otra cosa. Es la sensatez en el instante crucial. Quizás, incluso, en la madrugada del jueves ya haya agotado buena parte de su estrella. Ojalá no le pidan o no se tiente de correr la maratón, la carrera de regularidad, pues ésa es para los profesionales. Él es el recordman de los 100 metros. Al menos en el tema político. En la vida es un maratonista, como demostró mientras hablaba en el Senado y dosificaba sus palabras y sus anécdotas para ver si por milagro retornaban la sensatez y el diálogo. Ante la negativa, dijo un no costoso, pero valiente y sincero. Como hacen los hombres simples en esos momentos únicos en los que Borges ha dicho que cada uno al fin ve su propio rostro y sabe en ese instante quién es.
Jaime Correas en Diario Uno del 20/7/08

martes, 15 de julio de 2008

Juntos podemos!!!