jueves, 17 de enero de 2008

Mi lugar en el mundo


Mi lugar en el mundo se llama Claromecó, es un pueblo chico en la costa sur de la Provincia de Buenos Aires, es muy parecido a otros pueblos, hasta en eso de creerse distintos, como diría Borges.

Todos los pueblos tiene su héroe u hombre destacado, Claromecó también lo tiene, se llamó Christian Madsen y no hizo nada.

Durante la vida que se le conoce, este hombre, pescó, tomó ginebra y nunca molestó a nadie.

Gente que idolatra, le escribe poemas, le canta canciones y le hace monumentos a un hombre que solo pescó y bebió, es gente que me cae bien de entrada y que merece ser mirada en detalle.

La historia de Christian, me la narró por primera vez hará cinco años, Carlitos Avila, en su negocio, mientras compartíamos unos mates y charlábamos de pesca, Carlitos tenía el original de la foto que ilustra este texto debajo del vidrio del mostrador. – “Esa cara dice algo" le dije; Carlitos se sentó, chupó el mate y me refirió mas o menos la siguiente historia:

"Christian era dinamarqués, anarquista, la leyenda dice que participó en la “Patagonia rebelde” en los veinte, allá por el año treinta fue encarcelado y mandado a la cárcel de Ushuaia.

Mientras iba en el barco, una noche en un descuido se lanzó al agua, nadó treinta kilómetros y llegó a la costa del pueblo, (en ese entonces cuatro chalecitos de fin de semana de gente pudiente de la zona), se armó un ranchito con cuatro chapas en la playa a unos diez kilómetros del pueblo, hacia el oeste cruzando el arroyo.

Vivió ahí más de treinta años, compartía el rancho con unos perros muy buenos cazadores de liebres y con Lola, una yegua que tiraba de su carro.

Christian era un hombre muy culto, su rancho estaba repleto de libros en distintos idiomas que fué juntando de a poco.

Fue el mejor pescador que se ha visto nunca en la zona, valiente al punto de armarse el solo una tarima mar adentro a la que subía con la marea baja, para quedarse a esperar el repunte y pescar desde ahí sobre las piedras, y volverse cuando volvía la bajante, luego limpiaba el pescado, cuereaba las liebres, cargaba todo en el carro y se iba al pueblo, vendía lo que traía compraba algo de yerba, un poco de tabaco, algo de galleta y el resto se lo tomaba, cuando tambaleaba, subía al carro y Lola lo llevaba a su ranchito. Hay quien dice que compraba también caramelos y los repartía entre los pibes.


Eso es todo, así durante treinta años."

Escarbando en todo esto, trato de entender porqué una sociedad elige idolatrar a un hombre, que en casi cualquier lugar del mundo, hubiese sido tratado como un linyera y muy probablemente encarcelado por la policía local, para hacer méritos con algún comisario de la ciudad. En Claromecó nadie lo denunció, nadie lo juzgó, nadie lo molestó.

Hoy en el lugar donde estuvo el rancho hay un monumento, he sabido ir a solo a pescar alguna corvina a esas piedras como homenaje a ese hombre que murió antes que yo naciera.

Cuando en el mundo de los “open minds” , se pondera la tolerancia y se la ejerce “pour la gallerie”, los Claromequenses la encarnaron, medio siglo antes de que se la bastardeara como una suerte de pose políticamente correcta.

Señores de otros pueblos, quédense Uds. con sus ídolos guerreros, constructores o vacunadores, déjenme a mi -claromequense en el exilio-, con mi héroe que no hizo nada, solo pescó y tomó ginebra.


PD: Eduardo Calcagno filmó “El salto de Christian” hace un par de años en Claromecó. Eduardo Galeano, al parecer escribió un poema “Homenaje al hombre que no conocí”, también en el pueblo. Y miles de poemas dan vueltas por la zona esperando los acordes que le faltan para ser cantados en fogones en las dunas.

14 comentarios:

Paula dijo...

Ves, una se la pasa estudiando y leyendo casos como éste y acá lo tenés, al Madsen, un poco mad y un poco zen.

Por lo general eran anarquistas deportados de sus países, o que habían pasado fronteras y fronteras y finalmente en algún país lo subían a un barco y los rajaban o rajaban ellos antes para acá, huyendo de la ley. Acá de nuevo, se enrolaban en el movimiento anarquista y los volvían a agarrar por kilomberos. Toda esa movida dio origen a los prejuicios contra los inmigrantes de extracción más pobre, pues en la época asociar inmigración con criminalidad -merced a los esfuerzos de algún Lombroso en el medio- era de lo más común y corriente.

Pero parece que en Claromecó no le daban bola a Lombroso... o la fisonomía de Madsen supo esquivar los prejuicios instalados en la época.

Lo verdaderamente groso, más allá de por qué lo agarraron y por qué se tiró, es todo eso que no se sabe (su vida antes de llegar al Nuevo Continente), los 30 km que nadó, el muelle, sus técnicas de pesca, el proyector para la escuela, vivir solito y solo en una tapera levantada a pulso, a 10 km de cualquiera.

Hace rato vengo pensando que los anarquistas son los desesperados de y por la vida. Un poco la historia de Madsen arrima el bochín a la idea.

Anónimo dijo...

Cómo me gustan los anarquistas de verdad!

y otra cosa: cada vez estoy mas convencido de que el hecho de no molestar a nadie es mérito suficiente para que te hagan un monumento.

elerlich dijo...

Es verdad, me gustó la historia de Christian. Mucho.

Graciela dijo...

veo que las vacaciones sentaron bien, dos comentarios muy especiales, llenos de vida, de las simplezas de las cosas lindas de la vida.
Me encantaron los dos, el de tu hija me dio mucha ternura y el del viejo perdido en su soledad, refugiado en sus libros, sin molestar, viviendo una vida que en algún momento seguramente fue muy dura.
Besos y que la vuelta no sea muy dura.

Torombolo dijo...

A ver, la historia es fantastica, y supongo que para darle "pimienta" al relato el delicuente este , se hecho un par de mentiritas. Primero, no toma mate ni por asomo, y de eso no doy fe solo yo sino tambien Carlitos Avila, que prosigue en sus inutiles intentos de que le acepte uno. Y lo otro es que pezcar, lo que se dice pezcar en esa zona , y por este hombre es algo que me deja muchas dudas. Buscando una foto en el link de la casa de la carnada , no lo encontré a el sino a un amigo común Danielito http://www.info3a.com.ar/lacasadelacarnada/lcdlc3.htm ( el primero de arriba a la derecha) Alguna vez tambien estuvo Aída pero nunca él.

Anónimo dijo...

nunca voy a entender a estos seudointelectuales...si un bolita irrumpe en un barrio y lo ocupa para tener una casa y vivir en ese lugar les parece un acto de delincuencia y principalmete muy grasa pero si un europeo borracho y posiblemente adicto a drogas orientales como ocurria en la mayoria de los anarquistas de esa epoca ocupa un lugar sin comprarlo y anda sucio pero lee libros en otro idioma que es su idioma nataleso es digno de un monumento y aparte muy cool

Anónimo dijo...

Es que el primero está ocupando (por necesidad, egoismo, sentirse incluído) algo que no le pertenece, mientras que el segundo está renunciando a un montón de cosas que si le pertenecían.
El concepto filosófico es complicado de explicar, por eso es que para diferenciar a uno del otro se recurre al color de la piel.

(los no videntes pueden distinguirlos porque uno tiene olor a mar y el otro a pescado)

Elena dijo...

Coincido con elerlich, una semblanza linda, tranquilita.
Yo no gastaría seso en conceptualizarlo, racionalizarlo, analizarlo, ideologizarlo... al viejo este yo lo disfrutaría, ¿cómo? tomándome un mate con él, haciendo silencio a su lado.
Y punto.

Anónimo dijo...

Hola!!

me gustaría que conozcas mi trabajo..

www.sachateatro.blogspot.com

gracias..!

Sacha

Anónimo dijo...

JAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!

Anónimo dijo...

Hay muchos tipos que hacen la suya sin joder a nadie, solo que pasan sin pena ni gloria por el mundo. Está bueno el homenaje a uno de ellos que nunca jodió a nadie.

Oscar dijo...

Maravillosos. El tipo y este post.

estejulioesuno dijo...

Me encantó muchísimo pero muchísimo lo que escribiste. Cómo me gustaría conocer el pueblo y no me importaría lo que dicen de que hay muchas aguas vivas.

Carolina Trosman dijo...

Gracias por haberme visitado y por haber hechado más luz sobre una hsitoria que yo también conocía por gente del lugar que me la contaron en algún asado.

Un placer la coincidencia.

Un beso grande,
Caro.